Bajé a las catacumbas
del curso y del discurso
de los pobres
y le vi las costuras
al cielo de la tormenta.
¿Acaso tenía otra opción
en el palpitar de la noche
eléctrica, oscura,
que descender
a los infiernos de la aurora?
Ahora se vislumbra
la música de un arpa
sedienta de lago
mientras los nenúfares
se balancean en las orillas
y los niños ríen las bromas
de sus cuidadoras.
Quizás todo siga igual
-o muy parecido-
pero los rizos versátiles
de los puentes y los días
amanecen ya calmos.
Quizás el viento se atreve
a susurrar un
todavía no está
todo en su sitio,
todavía queda la espera,
pero el cubrecamas de la mañana
anuncia bienvenida y sol.
Por eso mejor lo cotidiano.
Lo cotidiano y el recuerdo
de lo que fue
para estar prevenida
ante la formación
de la borrasca y el advenimiento
de un nuevo granizo.
El devenir es alternancia
y el sueño de un masai
con capa roja sagrada.
(*) Dibujo de Gertrudis Losada Alva.
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