jueves, 12 de febrero de 2015

Debemos estar preparadas o goytisoleando



Me gusta justamente el plato que otro come
 aburro una tras otra mis camisas 
me encantan los entierros y odio los recitales 
duermo como una bestia
 deseo que los muebles estén más de mil años en el mismo lugar
 y aunque a escondidas uso tu cepillo de dientes 
no quiero que te peines con mi peine. 


José Agustín Goytisolo


Vamos a poner
las cosas claras
desde el principio, querida.

Ahora el amor
y la novedad nos pueden
pero cuando el velo del deseo
empiece a clarear
y otros amaneceres
nos despierten,
debemos
-debes
pues ya son muchos años
y me conozco un poco-
estar preparadas.

Solo a veces soy
lo que parezco,
el resto soy otra.
Más silenciosa
menos activa
y probablemente
con una tendencia
al descanso horizontal
que a la larga
te sacará de quicio.

-no soy vidente
solo acumulo experiencia-

Me gusta me entretiene
me apasiona y me divierte
estar inmersa en mis proyectos
y ficciones
-tanto si me toca disfrutarlos
como sufrirlos-
y el sexo
pasado el huracán
de los inicios
me va y me viene.
Te advierto que no es cuestión
de que siga enamorada de otra
o que no me atraigas.
Es algo que me sucede
y ni las terapias varias
-sistémicas, psicoanalíticas,
gestálticas, miméticas-
ni la bioenergética
ni el chicún ni el basquet
ni la meditación Osho
ni el yoga tántrico
ni la matemática cuántica
de mi locura
han logrado corregirlo.

Albergo un profundo sentido
de la libertad
que todavía hoy
no he podido compartir
desde la confianza absoluta
con ninguna de mis novias
tan solo con mis tres amores
platónicos imposibles y no posibles
-que no es lo mismo-.

No acostumbro a ser infiel
pero quizás coqueteo inconsciente
desde el intelecto,
casi nunca con el cuerpo
pues aunque con necesidades
permanentes de descubrimiento
de otras gentes
en tu ausencia
solo ejerzo la soltería
de diseño.
Además nunca estuve
dotada para la mentira:
demasiado disco duro
para alguien tan ocupada
como yo.

Luego está el asunto
de los esputos
y los ronquidos,
que quisiera precisar
para no provocar desde ya
malentendidos.
Escupo.
Escupo mocos
en las mañanas de invierno,
metáforas inútiles en las madrugadas
desamparadas
y ronco a diferentes decibelios
el resto del año;
excepto las noches de luna llena
que aúllo sin pretensiones
y miro las estrellas
dando un poco de tregua.

También me rasco.
Un tic nervioso como
otro cualquiera.
Cuando me ataca
ni me doy cuenta
y puedo combinarlo
con otros quehaceres
cotidianos, si la contorsión
del cuerpo no es excesiva.

Es verdad que soy simpática
y bastante ocurrente
y tengo siempre una teoría
a disposición para el salvamento
en el último momento
de la raza humana
-en general-
y de las mujeres hermosas
-como tú-
en particular.

Pero créeme si te digo
que lo que ahora encuentras
un prodigio
con el tiempo
te resultará resabiado
porculero y propio
de una estúpida,
esta misma que ahora
te fascina
y te hace tanta risa.

Hay seguramente
más detalles
que te alejarán de mí,
pero quizás está bien
que deje de boicotearnos
pues todavía nos amamos
y aún tu mirada
me devuelve el reflejo
del carnero degollado
y la ilusión imperecedera
de que todo es bien,
de hecho, muy muy bien.
Perfecto.



BSO. La novia bollera, de Laura Freijo y Esteban Matuké.

No hay comentarios:

Publicar un comentario