domingo, 9 de febrero de 2014

Las bellas durmientes



El silencio de la noche
aplaca la IRA de las bellas durmientes.

Las hojas secas
se estremecen a su paso
y ellas se saben vivas en su muerte.

Van a buscar a sus descendientes.
En sus ojos no hay piedad,
brillan los filos de los cuchillos Tijaal.

La tierra las ha hecho inmunes
a la compasión
a la humanidad
que un día les despojaron.

¿A qué esperan para irse?
Alguien tiene que hacer algo.
Solo en dolor ajeno recuerdan
lo que un día fueron:
bellas mujeres anhelantes de amor
y simiente.

En el otro lado del espejo
sus gritos rompen
barreras sonoras
y traspasan la locura
de las almas transparentes.

Y es ahí donde ellas depositan
su esperanza.
¿Esperanza de qué?
Esperanza roja que se sueña
azul en su blancura.

Afuera llueve.
Las hojas secas se reblandecen.
Las tumbas se abren.
Huesos rotos y raíces.
Seres despiertos que embravecen
sus instintos.

Hay que regresar al nido 
hasta la noche siguiente.

Las lenguas humedecen
el deseo inexistente.

¡Nos iremos!
¡Nos iremos!
- gritan sus vestidos manchados
de recuerdos.

Pero aquí estamos las otras,
las bellas silentes.
Las que os recogen.

Por favor,
no llantéis más.

En el quebranto de la vida
el cielo se abrirá
y podréis descansar en paz.

Contamos vuestra historia.

La estamos contando.

BSO. La llorona, por Lila Downs