Sueño
y aceptación
inseparables
para
el proceso
creador
y para
la formación
del
artista.
Sueña
alto, disfruta,
caéte,
obtén criterio,
aprende
a pensar,
levántate,
agítate,
contamínate,
límpiate,
vuelve
al campo de juego,
mira
lo hecho y acéptalo
sin
conjunciones adversativas.
Ni
externas.
Ni
internas.
Ya lo
haré mejor.
Ahora
estoy aquí
y esto
es lo que hago
está
bien aunque esté mal
pues
estar en el camino
del
aprendizaje
es
partir de esta casilla.
Soy lo
que soy.
A
veces coincide con lo que hago.
A
veces no.
Porque
siempre soy lo que soy.
Sírvete
de la ilusión como inicio
descártala
como guía
pues
la ilusión ciega.
Escucha
las huellas
de tu
intuición.
Sé
seria, muy seria
en el
trabajo.
Permítete
también el conocimiento
estático
y el de después del desarraigo.
Confía
siempre en la opción espontánea
y si
la claridad te lleva
que no
te importe ser isla dentro
de un
archipiélago en tormenta
pues
los mástiles rotos
acostumbran
a salvar a los náufragos
de los
navíos hundidos.
Tras
la lucidez
vuelve
a la escucha,
lo más
insignificante
puede
ser portador
del
sentido último.
Conformarse
con poco
cuando
se ha visto
tocado
el horizonte
es
falta de riesgo.
Atreverse
a fracasar
a
tropezar
es la
garantía
que
tienen la vida y el arte
para
continuar latiendo.
Desconfía
del halago
vacío
y agradece la compasión
de las
voces discordantes.
Al
final, amiga, amigo,
todo
es fugaz
lo
único que permanece
es el
eco de nuestra alma
abriéndose
paso en la eternidad.
Sé
rematadamente clásic@
Sé
rematadamente modern@
Sé sé
sé sé sé rematadamente
efímera
para ser eterna.
Nuestro
legado es ese eco.
Esa
estela de lo intangible.
El
arte que nos hace libres
tiene
ese don de ligereza.
En la
memoria
conviven
recuerdos y olvidos
a
partes desiguales:
úsate
y descártate
en
igual desmedida.
La
única justicia que encontrarás
en tu
andar como artista
será
la satisfacción de haber sido fiel
a ti
misma.
Esa
tranquilidad última
que
nada tiene que ver
con el
ego, el narcisismo
o un
sentido obsoleto
de
superioridad,
es lo
que tu obra
sabrá
hacer llegar.
El
tiempo y solo el tiempo
es el
rey de la corte
que
has escogido gobernar.
Y
aunque jamás alcanzarás
al
gran creador, a la gran diosa,
nunca
imagen y semejanza
serán
bendecidas con el amor
que
supone engendrar belleza
en
este mundo de pasiones
sangre,
tortura y desequilibrio,
como
cuando al rubricar una obra
la
entregues generosa
a la
humanidad
y
eches a andar.
Otra
vez.
Siempre.