Pasa lo que pasa
y seguimos viviendo.
Como si tras los escombros
o las glorias alcanzadas
no hubiera más
que el tiempo
de una brida desbocada
por la necesidad
de persistir.
Y a veces cuesta cruzar
los puentes,
reposar en los muros
y sembrar los páramos
pues todo está plagado
de conciencias enmarañadas.
Un instante estamos
y en otro desaparecemos
mientras confiamos
en estelas invisibles
que se aseguran
de las continuidades.
Ahora solo cabe
una pregunta:
¿por cuánto tiempo
lograremos permanecer?
A Dios le pido
la dignidad de un final
limpio.
Que el dolor derramado
sea suficiente.
Que la trascendencia
de nuestras cumbres
nos salve de la miseria
de nuestros holocaustos.
Hágase la luz
en el silencio
y la obscuridad
en el abrigo de los árboles.
Hágase o deshágase
según el canto
de la vida
que nos sobreviva.