Sin entender la amargura
bebí licor de cerezas.
El cielo abría su zenit
a rayos y relámpagos.
Se cuenta que Caín
todavía remataba a Abel.
La lava de los volcanes
fulgía en el horizonte
mientras los incendios
devoraban bosques
y alimañas.
Sin entender la amargura
bebí en la tinaja de la ignorancia
recitando una plegaria
que calmara a enfermos,
tullidos y otros lisiados
de cuerpo y alma.
Todavía no era la guerra.
Todavía no y no hizo falta.
Dios envió su ejército
y nuestros ojos se rindieron
al estruendo.
Sin entender la amargura
todo sabía a la amarga
ceniza del tiempo sacrificado.
Ahora miro atrás
y aquellas huellas
llevan el nombre
de una advertencia:
- Para volver a empezar
es necesario saber finalizar.
Suerte del viento
que todo lo oxigenó
y ayudó a los Ángeles
en la árdua tarea
de abrillantar bondades
que compensaron
la zafiedad reinante.
Se cuenta que Caín
está arrepentido
y Abel ha revivido.
(*) Dibujo 'Envidia' de Gertrudis Losada Alva.