Ahora
que ya no soy inmortal
me
duele todo el cuerpo
y
el mundo está más cerca.
Aquí
al lado.
En
una risa.
En
una cagada de paloma.
En
un rayo de sol urgente.
En
unas nubes migratorias.
Hasta
en una triste
repetitiva
noticia
en
la que se recuerda
que
el ser humano
sigue
siendo deficiente
para
el ser humano.
El
mundo se pasea
en
las patitas del saltamontes
que se
perdió en la tormenta
y
acabó moribundo
en
el pasillo del gimnasio.
Desde
que soy mortal
voy
de entierro en entierro
para
poder llorarte a gusto, papá.
Con
fundamento.
Me crujen las rodillas
me
lesiono jugando al basquet
y
hasta por las mañanas
me
huele el aliento
a
madurez.
Pero
sobre todo
desde
que sé que algún día
moriré
miro
el horizonte
de
lo que fue mi vida inmortal
y
te doy las gracias, papá,
por
todas las omnipotencias
recibidas.
El
mundo es ahora un instante.
Qué alivio.
BSO, El maestro y el pequeño saltamontes. La soledad.
Foto de Gertrudis Losada