Nunca ir por ir.
Siempre ir por alguna razón de Bien Superior.
Despedirse antes conviene, por si acaso.
Rezar a Dios o a tus creencias es del todo prioritario.
Pedir ayuda a los ancestros
de éste y de los otros mundos.
Una vez iniciados los primeros pasos
seguir hasta que las señales más sencillas
y en código propio lo indiquen.
Procurar no mirar atrás
a no ser que sea gesto espontáneo
o no quede más remedio.
Escuchar el miedo pero no dejarse vencer
por él.
Preferiblemente mirar con los ojos del corazón
y sentir con el latir del espíritu.
No dejarse impresionar por estéticas ajenas
a las propias: cada mundo responde a las líneas
culturales que lo gobiernan.
En la encrucijada escuchar bien a la niña interior.
Ella sabe sin saber.
Si hay dudas sobre las visiones, encomendarse
al destino, cerrar los ojos y dejar que el cuerpo
o su representación responda.
Cantar, bailar, permanecer en silencio y contarnos
a nosotros, a nosotras mismas ayuda en los momentos
difíciles.
Si se pierde la esperanza pedir fe al apoyo del universo:
- Siempre hay alguien que escucha en secreto.
Al regresar, sea corto o largo el viaje realizado,
dar testimonio a alguien de confianza.
Somos una cadena aunque a veces
se interrumpa.
Solo así las enseñanzas sagradas adquiridas
tienen una oportunidad de llegar
a este lado de las cosas.
(*) Foto de un amanecer durante El Camino 2016.