Me gusta justamente el plato que otro come
aburro una tras otra mis camisas
me encantan los entierros y odio los recitales
duermo como una bestia
deseo que los muebles estén más de mil años en el mismo lugar
y aunque a escondidas uso tu cepillo de dientes
no quiero que te peines con mi peine.
José Agustín Goytisolo
Vamos
a poner
las
cosas claras
desde
el principio, querida.
Ahora
el amor
y
la novedad nos pueden
pero
cuando el velo del deseo
empiece
a clarear
y
otros amaneceres
nos
despierten,
debemos
-debes
pues
ya son muchos años
y
me conozco un poco-
estar
preparadas.
Solo
a veces soy
lo
que parezco,
el
resto soy otra.
Más
silenciosa
menos
activa
y
probablemente
con
una tendencia
al
descanso horizontal
que
a la larga
te
sacará de quicio.
-no
soy vidente
solo
acumulo experiencia-
Me
gusta me entretiene
me
apasiona y me divierte
estar
inmersa en mis proyectos
y
ficciones
-tanto
si me toca disfrutarlos
como
sufrirlos-
y
el sexo
pasado
el huracán
de
los inicios
me
va y me viene.
Te
advierto que no es cuestión
de
que siga enamorada de otra
o
que no me atraigas.
Es
algo que me sucede
y
ni las terapias varias
-sistémicas,
psicoanalíticas,
gestálticas, miméticas-
ni
la bioenergética
ni
el chicún ni el basquet
ni
la meditación Osho
ni
el yoga tántrico
ni
la matemática cuántica
de
mi locura
han
logrado corregirlo.
Albergo
un profundo sentido
de
la libertad
que
todavía hoy
no
he podido compartir
desde
la confianza absoluta
con
ninguna de mis novias
tan
solo con mis tres amores
platónicos
imposibles y no posibles
-que
no es lo mismo-.
No
acostumbro a ser infiel
pero
quizás coqueteo inconsciente
desde
el intelecto,
casi
nunca con el cuerpo
pues
aunque con necesidades
permanentes
de descubrimiento
de
otras gentes
en
tu ausencia
solo
ejerzo la soltería
de
diseño.
Además
nunca estuve
dotada
para la mentira:
demasiado
disco duro
para
alguien tan ocupada
como
yo.
Luego
está el asunto
de
los esputos
y
los ronquidos,
que
quisiera precisar
para
no provocar desde ya
malentendidos.
Escupo.
Escupo
mocos
en
las mañanas de invierno,
metáforas inútiles en las madrugadas
desamparadas
y
ronco a diferentes decibelios
el
resto del año;
excepto
las noches de luna llena
que
aúllo sin pretensiones
y
miro las estrellas
dando
un poco de tregua.
También
me rasco.
Un
tic nervioso como
otro
cualquiera.
Cuando
me ataca
ni
me doy cuenta
y
puedo combinarlo
con
otros quehaceres
cotidianos,
si la contorsión
del
cuerpo no es excesiva.
Es
verdad que soy simpática
y
bastante ocurrente
y tengo siempre una teoría
a disposición
para el salvamento
en
el último momento
de
la raza humana
-en
general-
y
de las mujeres hermosas
-como
tú-
en
particular.
Pero
créeme si te digo
que
lo que ahora encuentras
un
prodigio
con
el tiempo
te
resultará resabiado
porculero
y propio
de
una estúpida,
esta
misma que ahora
te
fascina
y
te hace tanta risa.
Hay
seguramente
más
detalles
que
te alejarán de mí,
pero
quizás está bien
que
deje de boicotearnos
pues
todavía nos amamos
y
aún tu mirada
me
devuelve el reflejo
del
carnero degollado
y
la ilusión imperecedera
de
que todo es bien,
de
hecho, muy muy bien.
Perfecto.